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ASPECTOS IMPORTANTES SIGLO XX

Aunque apenas natural, es así difícil caracterizar de manera explícita las corrientes que han surgido en el presente siglo, y no es menos cierto que hay elementos que las configuran y que subyacen en la concepción de las diferentes escuelas. Como se pudo deducir del capítulo anterior, los estudios del lenguaje en general durante el siglo XIX fueron desarrollados con criterio marcadamente historicista. El método comparativo, la reconstrucción, la clasificación genética de las lenguas, se basaron en la forma como llegaban a ser unas lenguas de otras por su evolución. El cambio lingüístico, asimismo, tuvo su razón de ser en el discurrir diacrónico y es ya un universal lingüístico que todas las lenguas cambian con el transcurso del tiempo. En el siglo presente el enfoque varió fundamentalmente.Es importante ahora la descripción de la lengua, y específicamente la descripción de su estado actual. El cambio de perspectiva fue debido, a Ferdinand de Saussure, quien postuló como una de las dicotomías más importantes la distinción entre sincronía y diacronía. Un estudio del lenguaje, puede abordarse en un momento dado de su evolución —sincronía— o puede tomarse a través del tiempo — diacronía —. La lingüística, ha de ser, entonces, sincrónica. Es claro, entonces, que la filología comparada fue eminentemente diacrónica. La lingüística del siglo xx, por el contrario, pretende sólo observar y describir y explicar de manera objetiva y explícita los hechos del lenguaje. No hay que olvidar que el siglo xx irrumpe con todo el bagaje decimonónico y que los grandes estructuralistas  bebieron en las fuentes del comparatismo. Frente al pensamiento de los filólogos comparatistas de que no se podía hacer lingüística sin historia, los modernos estudios del lenguaje acogieron la tesis opuesta y relegaron los estudios históricos a un plano muy inferior. Fue también una preocupación de la lingüística en los comienzos del siglo xx la de buscar su ubicación en el vasto conglomerado dejas ciencias. Se ha insistido más de una vez en que la lingüística como ciencia sólo aparece en la actual centuria, debido, al hecho de haber definido el objeto. Conseguido esto y habiéndose desembarazado de otras disciplinas que la acompañaron durante siglos, pudo por sí misma buscar los métodos más adecuados para la descripción de ese objeto de estudio, según las directrices dadas en las diversas etapas por las que ha atravesado la investigación moderna. La definición del objeto de estudio —el lenguaje— despojado de todos los factores extralingüísticos y la adopción de un método eficaz para la descripción, son dos de los aspectos que hacen indudablemente de la lingüística una ciencia. Durante el siglo XIX, los más importantes trabajos comparatistas se redujeron a la gran familia indoeuropea, hasta lograr, la reconstrucción del origen común de la familia. Las lenguas indígenas americanas o no, unas mil doscientas aproximadamente, no fueron tenidas en cuenta. El siglo xx, entonces, dará una importancia muy grande a tales lenguas, especialmente en Norteamérica: es bien sabido que la escuela estadinense tuvo como uno de sus más caros objetivos el de buscar procedimientos eficaces para descubrir y -describir-los diferentes niveles de las lenguas amerindias. Trataron, mediante un corpus, de configurar la gramática de la lengua en cuestión. Al carecer la mayoría de lenguas indígenas de testimonios escritos (eran lenguas ágrafas) y al encontrarse en vías de extinción, era menester dejar al menos sus gramáticas. El afán de afrontar el estudio de lenguas eminentemente orales obedece, sin duda, a una nueva directriz asimilada por la lingüística del siglo xx: la prelación del lenguaje oral sobre el escrito. Se recordará que los alejandrinos, en su ansia desmedida por conservar intacto el idioma de los escritores considerados como clásicos y librarlo de la corrupción, pusieron un desmesurado énfasis en el lenguaje escrito y en especial en el de los buenos escritores. El objeto de estudio durante esos veinticuatro siglos fue el lenguaje escrito. El oral, el vulgar, no era tenido en cuenta, a pesar de que, por ejemplo, en muchas ocasiones las lenguas surgen de la variante vulgar, como pueden atestiguarlo las lenguas romances. La lingüística contemporánea, en síntesis, prefiere el lenguaje oral sobre el escrito, entre otras por razones históricas: la escritura es invento relativamente reciente y en la evolución de la humanidad el hombre primero habló y miles de años después fue capaz de plasmar en caracteres su expresión oral. Otro aspecto importante que determina la lingüística moderna es el de la búsqueda y perfeccionamiento de métodos, capaces de caracterizar los diferentes niveles del lenguaje. El estructuralismo  se valió del método inductivo, y, dentro de él, se entronizaron técnicas muy valiosas para lograr las metas propuestas. Son muy conocidas, por ejemplo, las que desarrolló la escuela de Praga para determinar el inventario fonológico de las lenguas o las usadas por los estructuralistas estadinenses para descubrir y describir las lenguas por ellos estudiadas. Chomsky, y con él la gramática generativa, prefirieron el método deductivo-hipotético para seleccionar la gramática que reflejara adecuadamente las intuiciones del hablante nativo. La sutileza de las técnicas y procedimientos empleados para la caracterización de los diferentes niveles del lenguaje, llevó a la lingüística a la formalización. En el momento en el cual, por ejemplo, Zellig Harris plasmó, en su llamada fórmula estructural de la oración (0 = A+Nl+v+V + A+N2 , donde A=artículo, N=nombre, v=auxiliar, V= verbo y que corresponde al tipo de oraciones transitivas la niña ha escrito la carta) las puertas se abrieron aún más para la formalización, que cobrará su más alto rigor en la teoría generativa. Hasta la aparición de la gramática generativa (1957) la lingüística del siglo xx fue en consecuencia eminentemente descriptiva, y se opuso así a la gramática tradicional, considerada generalmente como prescriptiva o normativa. Con el advenimiento de la gramática generativa, la lingüística ya no fue sólo descriptiva sino también explicativa. Quiere ello decir que uno de los objetos de la lingüística no es meramente la descripción empírica de los fenómenos del lenguaje, sino también la explicación de los mismos.

FERDINAND DE SAUSSURE

 

La aparición de Saussure en la escena lingüística marca un hito en extremo importante en el desenvolvimiento de la ciencia del lenguaje. Saussure era suizo, de Ginebra, nacido en 1857. Estudió gramática comparada en Leipzig —cuna de los neogramáticos— y allí fue Curtius su profesor que, conjuntamente con Brugmann y Leskien, condiscípulos de Saussure, conformó la trilogía dorada de la nueva escuela. Se doctoró con un trabajo sobre el Genitivo absoluto en sánscrito. La investigación le abrió las puertas de infinidad de centros de  estudios y fue causa del enorme prestigio de Saussure durante toda su vida. Con tan promisoria iniciación era de esperar de Saussure una producción cada vez más activa y fructífera. No fue así, sin embargo. Se trasladó a París, donde sustituyó a Michel Bréal (padre de la semántica) en la cátedra de gramática comparada. Poco después fue director allí de la Escuela de Altos Estudios. En 1891 regresó a Ginebra donde enseñó hasta su muerte, producida por cáncer en la garganta (1913). Es este lapso, (1891-1913), el que encierra el mayor interrogante en la vida y obra del pensador ginebrino. ¿Qué pasó entonces durante su permanencia en Ginebra? Muchas conjeturas se han urdido para explicar la esterilidad científica de Saussure en este lapso. Meillet, su más aventajado discípulo francés, contó en más de una ocasión que el ginebrino, llevado de un afán de perfeccionismo, no publicaba nada por considerar que sus investigaciones no eran todavía definitivas. Otros sostienen que se sentía incomprendido por sus contemporáneos incapaces de entender sus novedosas teorías. Fue la escuela praguense, veinte años después, la que impulsó definitivamente el libro y la que lo consideró imprescindible — texto sagrado — de la lingüística moderna. Actualmente se abre paso, merced a las investigaciones del galo Mounin, la tesis de que la muy mínima producción saussureana en Suiza obedeció a un mal matrimonio y el subsiguiente paso a un alcoholismo grave, llevado, eso sí, con discreción y altura, hasta tal punto que sus propios paisanos nunca se percataron de ello. La vida y obra de Saussure es un continuo claroscuro: luminosa en sus comienzos; opaca en el otoño de su vida. Una vez muerto, su obra es asequible sólo para unos cuantos. Muchos de sus postulados, si no todos, sin embargo, tienen hoy plena vigencia. El mérito principal de Saussure, con todo, radica en haber sido capaz de colocar la lingüística a la altura de ciencia independiente. Con todo, parece conveniente examinar a grandes rasgos los puntos por los cuales la obra de Saussure es universalmente conocida; por esto mismo sus contribuciones a la filología comparada se dejan de lado para insistir solamente en los aspectos que hicieron posible el viraje hacia la lingüística del siglo xx….

Muy bien lo entiende Dinneen cuando manifiesta: Durkheim pretendió definir los hechos sociales como cosas, comparable a las cosas estudiadas por las ciencias físicas. Esa fue la idea que condujo a Saussure a examinar el lenguaje desde una nueva perspectiva, un método que utilice el estudio científico sin requerir la investigación histórica. Durkheim quería también aislar los hechos sociales de los actos individuales que como es obvio pertenecen de hecho a la sicología. Así lo aplicó también Saussure a la lingüística, y ya se verá que distinguió entre la lengua como entidad social y el modo particular con que los hablantes hacen uso de ella. Los siguientes aspectos constituyen, a juicio del autor del presente estudio, la base sobre la cual gravita buena parte de la concepción saussureana del lenguaje. 3.2.2 Principios generales

 

SIGNO LINGÛISTICO

Ante todo por el desglose que efectúa Saussure entre los signos extralingüísticos y los propiamente lingüísticos. Los primeros han de ser estudiados por la semiología  de amplio arraigo en la actualidad, y los segundos por la ciencia del lenguaje. El signo lingüístico es para Saussure una entidad síquica bifásica que consta de un concepto y una imagen acústica:

Propone más adelante Saussure "conservar la palabra signo para designar el conjunto, y reemplazar concepto e imagen acústica respectivamente con significado y significante" . La imagen acústica, el significante, no es, como puede pensarse, el mero sonido transmitido por las ondas sonoras. Es mucho más que eso: en palabras de Saussure es la huella síquica, la representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos... sin mover los labios ni la lengua, podemos hablarnos a nosotros mismos o recitarnos mentalmente un poema . Cuatro características están latentes en la concepción del signo lingüístico.

 

  1. Su arbitrariedad, ante todo. Con ello se quiere indicar que no hay ninguna razón diferente de la convención, para que a un significado corresponda determinado significante. Dicho de otra manera: la relación entre significante y significado no es natural. El hecho puede demostrarse al cotejar los significantes de las diferentes lenguas frente a un mismo concepto o significado. El concepto de nave marítima difiere en su significante — por citar sólo algunas lenguas —, en español, barco, inglés vessel, francés, bateau, alemán schifj, italiano, nave, portugués, buco. Hay que destacar, sin embargo, que la conexión no es propiamente entre el concepto y el nombre del concepto sino más bien entre el objeto y el sonido particular del objeto. Así, cuando el español dice tic-tac, la relación no se da entre el concepto y su nombre, sino entre el objeto y el sonido propio de ese objeto —así lo cree el español, por lo menos.

  2.  Lineal. El signo lingüístico, su significante, es lineal por cuanto representa el tiempo: El significante, por ser de naturaleza auditiva, se desenvuelve en el tiempo únicamente y tiene los caracteres que toma del tiempo: a) representa una extensión y b) esa extensión es mensurable en una sola dimensión, en una línea. El signo lingüístico, su significante, con la aparición de la escritura se configura sintagmáticamente, bien de izquierda a derecha o bien de derecha a izquierda y siempre representa el tiempo manifestado gráficamente por una línea sobre la cual discurren el presente, el pasado y el futuro.

  3. Inmutabilidad. El tiempo, implícito en el significante, es el responsable de otras dos características del signo: la inmutabilidad y la mutabilidad. Quiere el primer término decir, ante todo, que la unión del significante y el significado no puede variarse arbitrariamente. Si, en algún momento de la historia de una lengua en determinada comunidad lingüística, los hablantes estuvieron de acuerdo en asignar cierto significante a un significado cualquiera, ese principio es inmutable y no puede dejarse a la libre potestad de los usuarios, pues, como afirma el mismo Saussure, la lengua, como herencia de los pueblos, se transmite de generación en generación y se recibe tal cual es.

  4.  Mutabilidad. De otra parte, al ser la lengua una institución social está expuesta a la acción del tiempo. Dicho de otra manera, toda lengua cambia si hay suficiente espacio de tiempo. Como, además, la lengua es un sistema de signos, éstos cambiarán también en su significante, su significado o en su significante y en su significado. El signo lingüístico, en consecuencia, es mutable y todas las lenguas están plenas de ejemplos que así lo confirman.

     

     

     

     

     

     

     

     

     

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LICENCIATURA EN LENGUA CASTELLANA Y COMUNICACIÓN/MOMENTOSESTELARES 2000

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